martes, 29 de mayo de 2012



La silla del que mira

por Natalia Gauna

actúan: Carolina Setton, Iride Mockert, María Marta Guitart y Carolina Suarez
funciones : Jueves 21 hs.
teatro: El Camarín de las Musas
texto y dirección: Juan Gómez.
El público es el elemento sin el cual el teatro no puede existir. Sin esa mirada, falta una parte para que el espectáculo sea posible. Ahora bien, que sucede si esa visión vira hacia sí misma. Hablar sobre el público mismo es lo que propone Aburrimiento Chair, adentrarse en el subconsciente de los espectadores para ver que es lo que pasa en la silla del que mira.
“Esto no es teatro, se equivocan” advierte una de las actrices ni bien comienza la obra. Entonces, la pregunta inevitable es acerca de qué es lo que vamos a ver o qué sucederá. La incertidumbre se aclara cuando las protagonistas revelan que la historia la contarán quienes están sentados, pagaron su entrada y esperan, en principio, no aburrirse. De repente se anuncia que habrá un “Elegido” ese que será el centro de la historia pero por suerte y para aliviar a los presentes del peso de la vergüenza, ese elegido se define rápidamente. De ahí en más, mediante un viaje hipnótico viajamos por su vida observando cómo le afecta el aburrimiento y qué consecuencias tiene en su día a día. Hasta terminar convertido en protagonista de su propia tragedia, que no es más que la tragedia del público, muchas veces inconexo con lo que sucede en escena, sin poder comprender porque algo distancia a los artistas de los espectadores. Ese es el gran dilema sobre el que reflexiona Aburrimiento Chair”. Según el propio autor, Juan Gómez, inspirado por el texto de Federico García Lorca, “El Público” es que decide retomar esa tragedia que padecen quienes observan, el drama de aburrirse. Así la obra lanza preguntas al público, le impone normas que lo condicionan como si quedara sumergido en esa silla sin poder escaparse o porque quedaría en evidencia su desagrado frente a lo que ve o porque podría convertirse inevitablemente en protagonista de la obra. La elegida piensa una y otra vez ¿qué pensará la actriz que interpreta esa pieza inentendible si se levanta de su asiento?, ¿que dirá al otro día en la oficina cuando le pregunten sobre lo que fue a ver al teatro, la recomendará o no? Evidentemente, lo único cierto por el lapso de esa hora y media es que tendrá que esperar con la ilusión de que algo se transforme y el espectáculo se torne de lo más maravilloso. Sin embargo, abrumada en esa silla nada resulta tener sentido, hasta su propia vida.
Si el ojo está puesto en la platea es lógico que la puesta en escena otorgue un lugar primordial a la misma por sobre el escenario. Así, gracias a unas sombras proyectadas sobre una de las paredes de las salas se puede distinguir la interpretación de esa actriz que “la elegida” observa, y al igual que a los espectadores, le resulta incomprensible. Pero sin embargo, el público comprende que le sucede a la elegida porque muchas veces ha estado en su situación. Evidentemente, crear el espacio entorno a una platea imposibilitada de moverse o escaparse por miedo a lo que pasaría si lo hiciera, una interpretación incomprensible y la identificación con la espectadora protagonista es el gran acierto del autor y director español que llega a nuestro país presentando este espectáculo que ha tenido una muy buena repercusión en España. En esta oportunidad con un elenco local conformado por Carolina Setton, Iride Mockert, María Marta Guitart y Carolina Suarez, en una respetuosa interpretación de los personajes. Quizás aquí radique el punto más débil de la obra, las actuaciones no terminan de convencer al público, salvo en escasos momentos en que realmente “la elegida” despliega el verdadero mundo abrumador que padece como espectadora y que, paradójicamente, terminan por convertir la obra en una buena comedia que entretiene, lejos del aburrimiento.  

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